Amanece
y los rayos del sol me rozan el pecho;
tú adentro me floreces.
Y camino por las calles
y a veces -casi siempre-
te me figuras entre las gentes.
Es que eres como los mares,
como un tul
que todo lo envuelve.
Y luego llega la tarde
y miro el reloj
y mi voz quiere gritarte.
Buscarte en cada poro de mi piel
donde estás,
donde te quedaste.
Pero es nuestro orgullo,
mi barrera y la tuya
y es el mundo que nos sobra.
Que en vez de edificar muros
podríamos construir balcones
y llevarte serenata al caer la noche.
Así, cuando la luna se asome,
ya a la media noche
besarte hasta el nombre.