Diana Navarro

4 de octubre de 2013

Balcones

Amanece
y los rayos del sol me rozan el pecho;
tú adentro me floreces.

Y camino por las calles
y a veces -casi siempre-
te me figuras entre las gentes.

Es que eres como los mares,
como un tul
que todo lo envuelve.

Y luego llega la tarde
y miro el reloj
y mi voz quiere gritarte.

Buscarte en cada poro de mi piel
donde estás,
donde te quedaste.

Pero es nuestro orgullo,
mi barrera y la tuya
y es el mundo que nos sobra.

Que en vez de edificar muros
podríamos construir balcones
y llevarte serenata al caer la noche.

Así, cuando la luna se asome,
ya a la media noche
besarte hasta el nombre.