Diana Navarro

2 de marzo de 2016

Resignación



¡Salte de mi piel por favor!
Salte de mi pecho
de mis ganas
de mi corazón.
Deja que mis raíces se nutran de otra tierra
de otro cuerpo
y otro amor.
Deja ya de estar en cada respiración.
Y entre mi llanto, entre mi risa
en todo este caos que soy.

Mis fuerzas me reclaman
soy y no soy.
Vete y ya no vengas
échate al fuego como el fuego que en mí quema.
Porque eres neblina y divino sol
¡Qué perversión!
Que se ha incrustado en estas manos
que te escriben
que te hacen sonar en cada canción.

Y es que te me has hecho medicina
y veneno del peor sabor.
Por eso
ya no me leas, no me sonrías
no me estalles en los ojos
en la vida;
en estas manos que te alcanzan
pero las dejas vacías.
Ya no.

Déjame poco a poco ser como tú
con tu frío, con tu olvido;
como tus pies que corren y caminan.
Aun con el dolor inflamado en cada poro
déjame sacarte de esta ilusión. 

Odiarte con los dientes y las uñas
hasta que ya no seas ni de mi imaginación
ni del olvido
ni de los sueños
ni de esta forma tan más limpia como te quiero yo.
Vete a ser castillo de otra arena
que a mí se me ha terminado la resignación