Diana Navarro

6 de enero de 2014

Acompáñame, soledad

Acompáñame, soledad,
cuando nadie viene
y todo se va.

Siéntate junto a mí
y comparte mis dudas,
mi llanto y mi tempestad.

Recuéstate en mi hombro,
y ahí, donde duele el corazón
limpia las heridas de mis clavos.

No me dejes, y no me des la mano,
no me hables de futuros
que quiero llorar el pasado y al final gritarlo.

Déjame saborear hasta el sollozo,
mi corazón cenizas y acelerado;
enterrarlo para resucitar.

Ven, soledad,
camina conmigo,
con las piedras en mi espalda que no dejan de pesar.

Sólo tú que siempre presente estás
y no pides nada a cambio;
dueña de cada centímetro de mi espacio. 

Si puedes, responde porqué,
cómo
y hasta cuándo...