No tengo banderas,
ni colores en mi playera
o desfiles de falsas promesas.
No sé las respuestas,
ni los caminos,
ni carreteras.
Pero a ti te ofrezco mis brazos
como refugio
para tu corazón cansado.
Te regalo mis segundos,
todo mi tiempo
que de ti está tatuado.
Y me quito la camisa si es necesario,
para que descanses,
o para cruzar el camino empedrado.
Mas si esto no te bastara,
también te ofrezco la luna,
y el canto de un ruiseñor como canción de cuna.
No tengo mucho, podrás notarlo:
con el corazón abastecido
y las manos sin un solo centavo.