Diana Navarro

7 de diciembre de 2013

Sin un solo centavo



No tengo banderas,
ni colores en mi playera
o desfiles de falsas promesas.

No sé las respuestas,
ni los caminos,
ni carreteras.

Pero a ti te ofrezco mis brazos
como refugio
para tu corazón cansado.

Te regalo mis segundos,
todo mi tiempo
que de ti está tatuado.

Y me quito la camisa si es necesario,
para que descanses,
o para cruzar el camino empedrado.

Mas si esto no te bastara,
también te ofrezco la luna,
y el canto de un ruiseñor como canción de cuna.

No tengo mucho, podrás notarlo:
con el corazón abastecido
y las manos sin un solo centavo.