Diana Navarro

14 de agosto de 2013

La silla vacía

Sé perfectamente bien que no escucharás éstas palabras,
que lo que aquí diga hará eco por dentro,
sólo por dentro.

Y no importa, son sólo palabras,
que me queman, que me inundan,
que me castigan y no fecundan.

Estás en esa silla vacía (y aquí muy adentro),
y te grito lo que siento,
y me desangro por dentro.

"Ya estás frente de mí"...
y qué te digo,
si obligo al corazón a hacerse mi enemigo.

Quieren reventarme las entrañas,
y te lloro y  te pregunto
y la silla no me responde lo que necesito.

"Adiós" te digo,
y me despido de ti,
creyendo que éstas palabras me traerán el alivio.