Diana Navarro

25 de agosto de 2013

Nocturno y adiós

Ya me lo decían todos, ya me lo decía yo:
<<perro que sirve a dos amos, a uno le queda mal>>...
a ese lo mata el desamor.
Yo sólo quiero que se salga de mi vida, de mi corazón
de mi cabeza y de mis sueños.
Que un día al despertar se me alivie el dolor.

¡Ella ha sido como la más terrible de mis enfermedades!
Y lo más triste y lo más grave, es que no hay cura.
Que si ella está mal por mentirme, yo estoy peor por creerle y amarle.

Y le pido, le suplico
y le ruego
y le imploro a Dios.

Si algo tengo que pagar
de esta y otras vidas
lo estoy pagando con su amor.

Ay, esa mujer
que es tortura y pasión
y dolor a la vez.

(Cuán hermoso hubiera sido caminar a su lado
unas horas y una vida;
una eternidad aferrada a sus manos).

La amo pero no la amo
no la puedo querer
porque uno no ama a quien le hace daño.

Nunca me he arrepentido de lo que doy
pero con el perdón del cielo
me arrepiento de haberle dado todo lo que soy.

Esta noche me entrego a mis últimos versos
que también han de ser suyos
como los minutos de mi tiempo.

Y al tiempo que le lloro a los recuerdos
le digo "adiós" 
y no hasta luego.