Diana Navarro

30 de octubre de 2013

Claveles


Voy a escribirte un poema para que te quedes,
voy a gritar tu nombre muy muy fuerte,
hasta las nubes, hasta el silencio que nos envuelve.
Y voy a dejar a tus pies mis claveles,
y sin embargo no me será suficiente,
yo quiero llenarte de flores
quiero con besos tatuarte mi nombre.

Te quiero libre, pero en mis labios,
en mis brazos...no en otros brazos,
en estos brazos sedientos de nuestras noches.
Por eso, escribiré cien versos, 
docientos o quinientos;
el poema más largo
lleno de palabras fantoches.

Voy incluso al mismo diablo retar,
esta noche si así lo quieres,
para demostrarte que no hay amor más grande 
que el que yo te quiero dar.
Al fin y al cabo el paraíso o la eternidad,
el infierno y las penumbras,
si es contigo, me da igual.

Y a la luna celo,
la envidio, la odio,
porque desde arriba y a lo lejos
te mira y ocupa el lugar que yo quiero.
Y a tu almohada donde reposan esos ojos de cielo,
las cobijas que te rozan,
donde descansa tu pecho.

Te sé y me sabes
y nos vivimos,
a cada minuto del reloj,
con las piedras y las espinas en tu camino y el mío
y con el peso en mis hombros del tiempo;
con las palabras
que no nos hemos dicho.



9 de octubre de 2013

Sonrisa de luna


Habitas en la luna, 
es tu hogar, tu casa, tu cuna. 
Tu regalo, tu altar, 
un anillo de flores en tu dedo anular.

La fortuna del loco, del abandonado,
del poeta y del que enamorado está.
Un mensaje en una botella
perdida en el mar.

¿Cuántas fotografías de ella hay?
¿Cuántos poemas?
¿Cuántas canciones?
¿A cuántas lunas de mí estás?

Sonrisa de luna la que llevas,
y en los dedos de los pies
y en la palma de tus manos
un pedazo de mi alma va.

La llevas en la punta de la lengua,
en tu pecho,
en el cabello,
en tu respirar.

No es mi luna la luna de la que hablan los demás,
la que miran, la que pintan;
es mi luna y tu luna,
es la luna en la que estás.

4 de octubre de 2013

Balcones

Amanece
y los rayos del sol me rozan el pecho;
tú adentro me floreces.

Y camino por las calles
y a veces -casi siempre-
te me figuras entre las gentes.

Es que eres como los mares,
como un tul
que todo lo envuelve.

Y luego llega la tarde
y miro el reloj
y mi voz quiere gritarte.

Buscarte en cada poro de mi piel
donde estás,
donde te quedaste.

Pero es nuestro orgullo,
mi barrera y la tuya
y es el mundo que nos sobra.

Que en vez de edificar muros
podríamos construir balcones
y llevarte serenata al caer la noche.

Así, cuando la luna se asome,
ya a la media noche
besarte hasta el nombre.