Tengo muchas caricias rotas,
todas juntitas escritas dentro de una carta.
Vacías, solas.
Me despiertan a las 3 de la mañana
y me gritan tu nombre
y con tu ausencia tengo que callarlas.
Jamás te la entregué
porque supe que no te interesaba,
que no valían mis palabras.
Y encierro en un cajón nuestros sueños,
porque se salen
y me apuñalan por la espalda.
Y para borrar tus promesas
les prendo fuego,
y me renacer en el alma.
Una y otra vez
te escribo hasta quedarme sin palabras.
Para no asfixiarme las entrañas.
Te he hecho poesía,
te he hecho canción y palabras,
pero aprendiste a ser pensamiento de madrugada.