Diana Navarro

10 de agosto de 2019

Milagro


Tú no eres como los demás, como el resto del mundo, eres como tú.
Con las alas extendidas, con el corazón enorme y los ojos en todos lados, viendo con ellos las cosas que los míos no pueden. Viniste de algún planeta -todavía no descubro qué tan lejano- y trajiste desde allá la paz y la magia que ni siquiera había imaginado.
Y contigo todas las estrellas se apagaron, porque tu brillo las deslumbraba, y todo resplandor se volvió opaco. Todo se convirtió en rosado cuando tus manos lo tocaron, nada se quedó a blanco y negro. Los demonios se volvieron cristianos y los muros ahora son puentes desde que tú pasaste a su lado. Eres verdad y valentía.
Toda desdicha está en tregua, los sabores ya no son amargos ni salados. Porque de tu voz obtengo lo dulce, lo bueno, lo suave, pues en tus palabras se edifican los sonidos. Y es que de tu voz sale solo melodía, melodía que contemplo con cada poro de mi cuerpo embelesado.
Así, me enseñas las cosas que yo no sé, y me respondes las preguntes que nunca me había preguntado. Porque antes no estabas, porque no te había encontrado. Por eso, ahora es todo bendición en tu nombre; eres de carne y hueso pero eres también milagro. Esos, en los que yo no creía, de los que nada esperaba pero que contigo en puñados llegaron. 



Ilustración: Soledad Voulgaris

Bandera

Tocarte
el alma, los sueños
el sexo y la piel.
Rozarte con la fuerza de todos los mares fluyendo
y la sutileza de la pluma de las aves.
Sin ritmo
ni forma;
es lo de menos
cuando a nuestro contacto
el mundo y nuestros corazones explotan.
Olerte, que tu esencia se me impregne
en todas partes y a todas horas.
Y que cuando me llames
cuando vengas y me ames
yo me arrebate en tu sonrisa el mundo
los miedos y todo lo que no te nombre.
Porque no quiero nada en mi vida que no te conozca.
Ni los besos que guardo en mi boca
ni el futuro que en el calendario me espera
o la música que de mi garganta brota.
Por eso
en el pensamiento
acto y poema llevarte de bandera
para que ninguna turbulencia sea nunca tan poderosa
y al caer la noche podamos recostarnos
sin más carga que las sábanas que nos guardan.
Guardarte en el corazón
en la cartera y en la mirada
para que en todo destino
puedan mis pies encontrarte.