Con el paso del tiempo uno se da cuenta que el amor no es igual al sexo.
Que sin amor, un beso no es un beso.
Que tomarse de la mano no es lo mismo que caminar con el corazón entrelazado.
Uno se va dando cuenta que el amor no es un sentimiento
sino un principio,
y que el principio del amor es la confianza y el respeto.
Porque quitarse la ropa no es igual que entregar el alma,
ni hacer el amor es lo mismo
que tener sexo.
Y es que no se trata de meter y sacar,
meter y sacar,
sino de recibir y dar.
Porque aunque las palabras encantan,
lo que al final hablan son los hechos;
que el amor es ciego, no pendejo.
Con los días uno aprende a no ver con los ojos
sino con la mirada,
aprende que o se ama o no se ama (no hay términos medios).
Que estar enamorado no es simplemente un momento,
que aunque es un reto (y suena a cuento de hadas)
el AMOR sí es eterno.
Porque el amor es la definición de Dios más exacta,
y sin importar el credo
es lo único que estando muerto te hace resucitar de nuevo.
El amor nunca duele,
ni quita, ni impone, ni oscurece;
alivia y repara.
Es amor dedicar la luna,
hablarse en una caricia
y tomar sus brazos como cuna.
Así, conforme pasa el tiempo, uno se va dando cuenta
que el amor es algo parecido al sabor de las cerezas,
que es un baile de rosas.