No era yo quien lloraba
era mi corazón dejándote ir.
Tumbado en el piso
lo acompañó mi cuerpo también.
Todos mis sentidos
mis fuerzas, mi fe y mi voz.
Dispuestos junto a él
y su dolor.
Dolor como el que deja la muerte:
asfixiante, paralizante, desgarrador.
Adentro todo roto
la vida vendrá después.