Diana Navarro

17 de marzo de 2016

Hoy no está Dios


¿Dónde está Dios? Dónde está ese viejo que me tiene arrodillada ante la vida, con el alma prendida en dolor. Que si me diera la cara yo te prometo le reclamaría la manera en que me juzgó.
Yo hoy no lo veo ni en el resplandor del cielo, ni en ninguna oración. Hoy Él parpadeó.
Y en su parpadeo me ha dejado hilacha y sin ninguna pasión. A las aves las dejó sin canto y sin calor al Sol. Hasta al viento sin aliento y a mis piernas sin motor. A las laderas sin atajos que conduzcan a Su amor. Y a los mares sin la sal que les da su sabor.
Hoy no está Dios. Se ha olvidado de todo lo bueno de Su labor,y le ha quitado el altruismo a la vida. Me ha quitado también lo que mi piel nunca rozó. Sin previo aviso, como un canalla ladrón.
Se le ha olvidado la pizca de bondad y misericordia de la que me hablan y se le ha olvidado el pedazo de humano que soy.

Entre dientes tengo el corazón y Él además de ciego se hace el sordo, porque gritando le pregunto dónde se ha escondido todo este día; ¿en Su celestial mansión?
Yo que nunca le pido nada pero le platico todas las noches con devoción. Nunca respondió.

2 de marzo de 2016

Resignación



¡Salte de mi piel por favor!
Salte de mi pecho
de mis ganas
de mi corazón.
Deja que mis raíces se nutran de otra tierra
de otro cuerpo
y otro amor.
Deja ya de estar en cada respiración.
Y entre mi llanto, entre mi risa
en todo este caos que soy.

Mis fuerzas me reclaman
soy y no soy.
Vete y ya no vengas
échate al fuego como el fuego que en mí quema.
Porque eres neblina y divino sol
¡Qué perversión!
Que se ha incrustado en estas manos
que te escriben
que te hacen sonar en cada canción.

Y es que te me has hecho medicina
y veneno del peor sabor.
Por eso
ya no me leas, no me sonrías
no me estalles en los ojos
en la vida;
en estas manos que te alcanzan
pero las dejas vacías.
Ya no.

Déjame poco a poco ser como tú
con tu frío, con tu olvido;
como tus pies que corren y caminan.
Aun con el dolor inflamado en cada poro
déjame sacarte de esta ilusión. 

Odiarte con los dientes y las uñas
hasta que ya no seas ni de mi imaginación
ni del olvido
ni de los sueños
ni de esta forma tan más limpia como te quiero yo.
Vete a ser castillo de otra arena
que a mí se me ha terminado la resignación