Desde cualquier rincón que yo me asome,
incluso desde mi propia trinchera,
todo lleva tu olor y tu nombre.
Yo me escondo entre mis sombras,
entre los miedos,
entre las multitudes y los hombres.
Pero no me alcanza,
desde lo remoto de mi ser apareces tú,
alumbrando mi cueva con tus luces y colores.
No importa los caminos que tome,
ni tirando el mapa en una botella al mar,
ni yéndome al mismo infierno.
Rompes también las barreras del tiempo,
del espacio,
es tu recuerdo del que me alimento.
Quiero mi soledad y tú desde lejos la absorbes,
no me dejas morirme,
ni te dejo que te asomes.
Tengo un corazón desvalido,
no le ayudo ni dejo que lo salves;
soy un caso perdido.
Yo corro -no sé si de ti o de mí
o de lo que sé que somos-,
y entre más lejos, mi alma más te reconoce.
Eres un secreto a voces,
porque aunque yo te esconda
el corazón me grita tu nombre.