Diana Navarro

5 de octubre de 2019

Pasado

La eternidad se guarda en un instante,
por ejemplo, ese, donde recuerdo cuánto te quise,
tu perfume y el timbre de tu voz.
O ese otro donde reíamos,
o cuando la voz no nos alcanzaba para gritarnos el amor.
Se guarda donde menos lo esperamos,
donde no lo buscamos y se sale
a caminar por las calles que alguna vez pisamos
o se instala en el compás de una canción.
En una estrella o en los rayos del Sol.
En las alas de las aves que vuelan tan alto
como alguna vez soñamos.
Llega sin preguntar y sin presentarse,
sin darte tiempo de reaccionar o adelantarte,
se instala como calambre en el estómago y sube al corazón.
Lo siento a veces, luego de tener un largo día y llegar a mi sillón,
se me viene de golpe...
¿Será que en todo mi cuerpo se me quedó pausado el amor?
Por eso, aunque el calendario corra y los segundos pisen los talones,
el pasado no siempre ya pasó.