Se rozan al aire
y explotan el placer
en el pico de la adrenalina
y en el sudor de la piel.
Piel que no les pertenece
que solo se presta para juguetear sobre cualquier cama
de la que no doblan juntos las sábanas
o a la que nadie lleva el café en las mañanas.
Esos cuerpos están en todos lados
y está bien
porque se prefieren desechables
saciados y errantes.
Se reconocen porque donde palpitan
no es en el pecho
ni en las entrañas.
Se juntan y no se incendian
se besan y no se saben
se desnudan y no se sienten;
al corazón no solo se llega por los labios
al alma no se le engaña con el tacto.